
Desde que nacemos, q cada instante,
Nos acercamos más a la tierra,
Hasta que yacemos
Los recuerdo:
La gran hondonada de Génova,
La ladera de cruces en Bariloche,
Aquella larga tarde de lluvia
Que entregamos a recorrer, tumba a tumba,
El Père Lachaise de París:
Modigliani, la Piaf, George Sand,
Eluard y sus amigos del partido
Puestos en la fila, ordenadamente;
La Tuma masdeísta,
El matrimonio chino, juntos
Con sus retratos de esmalte y en óvalo.
Y en la pampa bonaerense,
El inundado, con los féretros de sepulcros
Bogando como barcas de vikingos o de Caronte,
El de Ginebra, donde yace Borges
Bajo una lapida o estela bellísimas,
Rodeado de tumbas de burócratas suizos
Que habrán sido con seguridad,
Por ser suizos, eficientes burócratas.
Lo digo como siempre lo he dicho,
El mundo es un vasto de absoluto cementerio
que aflora en los que erigimos,
Como aquellos fantasmales y humildes
que vemos raudamente al costado
de vías férreas o caminos,
y como vimos el de Venecia
desde el vaporetto
Así es,
desde que nacemos nos acercamos mas,
a cada instante, a la tierra,
la sembramos de muertos queridos,
de nuestros despojos,
de lo que vamos dejando de ser,
Y la tierra lo acepta todo
paciente,
en la renovación de misterio,
aguardándonos.
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