La historia es simple pero se me hace complicada por esa pérfida costumbre de detallar. Son dos amigos, cómplices, curiosos. Uno Juan y el otro Pedro y el pacto sagrado de prestarse el uno al otro en lo que sea. Cada uno sabe los limites del otro.
Una mañana Juan es llevado por Pedro a una clínica, es presentado al Dr. Bauer y se le aplica (recordemos el pacto) una anestesia total.
En el avance de la anestesia se me anoticia que seré un caso de cirugía mayor en donde se neutralizaran los centros sensoriales, aislándome. No se si es así, lo que creo saber es que tal vez no retorne, que se me alimentara por vaya uno a saber que método de sueros y mejunjes; y yo ya estoy aquí, tal vez ya muerto y sin poder contar porque me desespera contar porque sí, y dudando mis recuerdos y de si alguna vez fui y de si será cierto o un sueño, o si siempre fue así y el universo es un antojo mío y yo, tan solo yo, soy el universo y lo único, o si en realidad simplemente mi pensamiento no sea ni tenga por que ser, y ahora un vago ruido metálico, y una velada luz y la gruesa voz de pedro que dice: “Tan solo una anestesia, Juancito, una anestesia que se va , nada mas”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario