18 sept 2013

GABRIEL GARCIA MARQUEZ, ESCRITOR HUIDIZO


Llego a uno de los salones el hotel Plaza, donde se realiza el coctel  de la  película “Primera Plana” en honor al escritor riojano Daniel Moyano, que ha ganado el  premio del concurso literario organizado por dicha publicación. Hay en la  reunión muchos autores conocidos y entre ellos, los que oficiaron de jurados: Augusto Roa Bastos, Leopoldo Marechal y el colombiano Gabriel García Márquez. Me propósito es entrevistar a este ultimo, aunque ya me han prevenido que la “etoile” de la reunión, ya célebre a poco de haberse editado  su novela “Cien años de soledad”, es totalmente reacio a los reportajes.

Busco a García Márquez por los rincones donde me indican que lo han visto, pero al llegar ya no esta. Evidentemente el novelista ha olfateado que quieren entrevistarlo y hace lo posible por ocultarse. A que obedecerá dicha actitud? Fatuidad? Timidez? Cuando por in doy con él comprendo que su destreza en el arte de escabullirse se debe a que es un hombre tímido.

   Bien trajeado, de estatura mediana tirando a bajo, el rostro cetrino, con bigotes achinados y el pelo negro y orto, peinado hacia adelante, se parece a primera vista a Juan Valdés, el compatriota que hace la propaganda del café de Colombia. Como era de presumir, se resiste al reportaje dándome razones que humanamente debería comprender pero que, como periodista, estoy obligado a no respetar. Vence al fin mi insistencia y al rato estoy sentado junto a él en un ángulo del salón, papel y birome en mano.


   - Como definiría su estilo? –es la primera pregunta. Seco, cortante, el novelista contesta:


   - Reconoce algún antecedente?


   - Hasta hace poco reconocía antecedentes ,, pero después de analizarlo mucho comprendí que eran los críticos quien me habían hecho creer en esas influencias. Hoy, los únicos antecedentes que reconozco son los cuentos  que me contaba a mi abuela.


   Hay algo de agresivo en las respuestas y en el tono de la voz, lo que confirma mi impresión. Es la agresividad de los  tímidos. Le pregunto  entonces si  la transformación operada en la narrativa de los últimos años, especialmente en America Latina, tiene únicamente a renovar aspectos formales o pretende además reflejar una nueva visión de la realidad.


   - Los novelistas como Cortazar, Carpentier, Guimares Rosa, Vargas Llosa y yo mismo –contesta- nos estamos dando cuenta de la verdadera realidad latinoamericana y para poder expresarla tenemos que experimentar nuevas formas, formas que tienden reflejar mas certeramente esa realidad. Creo que escribir novelas es contar las cosas que le pasan a la gente. Antes se le daba importancia al paisaje, ahora queremos  profundizar en los caracteres y en eso va  incluido todo (el paisaje, las psicologías individuales, la situación política y social). Usted ve que ya no se hacen panfletos, ahora se escriben novelas.


   - Eso quiere decir que la  novela es un sucedáneo del libelo?


   - No  -responde rápidamente-, la novela no es u sucedáneo, pero lo  incluye. Una novela autentica, en estos momentos, necesariamente debe constituir un testimonio social y hasta político, pero implícitamente, a través del hombre, no como se hacia antes


   - En ese momento nos interrumpe Beatriz Guido. Cordial y efusiva como siempre, saluda al novelista y se detiene después de hablar un instante conmigo pues hace mucho tiempo que no nos vemos. Cuando  me despido de ella, García Márquez ya no esta sentado a mi lado. Nueva búsqueda y  renovados argumentos para que acceda a otras preguntas, aunque el considera que ya le hice suficientes.


   - Cree que puede alcanzar trascendencia una novela que se escriba hoy en America con una estructura y una expresión tradicionales, de espaldas a las experimentaciones de la novelística actual?


   - Yo no niego la novelística anterior. Los defectos de que podía adolecer no eran el tratamiento, los procedimientos estilísticos, que no eran malos. Lo que ocurre es que antes había  una forma distinta de ver las cosas.


   Es evidente que García Márquez se impacienta. Durante la entrevista ha encendido varios cigarrillos, uno detrás de otro. Opto, pues, pr hacerle la última pregunta:


-  Que consejo daría a un joven escritor latinoamericano con vocación novelista?

-   Que escriba mucho. El principal problema de los escritores latinoamericanos es que, en general, son escritores de domingo. No se dedican de lleno a la creación.

-   De acuerdo –lo interrumpo. Pero tenga en cuenta que muchos escritores, aun importantes, deben trabajar  en otra cosa para vivir, para dar de comer a su familia.

-   No  niego que existan esas presiones económicas, pero es necesario romper con todo, hacer de la literatura el trabajo principal y de los demás el secundario. El  gran ejemplo es Cortazar. Los trabajos forzados que realizo para subsistir fueron siempre secundarios. Solo así si podía llegar a ser lo que es hoy. A un escritor autentico le debe importar mas su obra que comer; por su obra debe sacrificar inclusive a su familia si es necesario.

   Doy por concluida la entrevista con un gran respiro de alivio del autor d


e “La mala hora”, que se apresura a saludar y escurrirse entre los asistentes. Me quedo otro rato pues alguien me ofrece una copa que no quiero despreciar. Aun puedo ver al ilustre colombiano cruzar entre los escritores argentinos con gesto aturdido, como si se hallara entre los personajes de Macondo, asustado por las insólitas historias que el mismo invento.


( “La prensa”, circa junio de 1967)

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