9 nov 2013

AUSENCIA


Déjame ir, ya nada puedo darte,    
porque todo te di que fuera mí
y la vida se hiela como un río
que pierde la razón de prolongarse.
Ya no intentes siquiera aproximarte
hasta el filoso umbral de mi vacío,
poco a poco me abrazo con el frío
de mármol incapaz de acariciarte.
Pero hubo un tiempo claro y vespertino
en que me reflejaba cristalino
a la luz evasiva de tus ojos.
Y en la noche regreso descubierto
a la rada serena de tu puerto
en donde sin querer fuimos dichosos.

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